Nacimiento
La luna, como estrella sustituta de un cielo vacío de ángeles, señalaba el nacimiento de nuestra hermana: difícil parto sin pesebre ni pescadores, abriéndose camino a la estrecha realidad, rasgando el tejido muerto de los sueños encontrados entre los brazos de nosotras sus hermanas, ayudantes involuntarias de un alumbramiento imposible de ladrillos y metal. No hubo majestad ninguna en su primer llanto, ni presentes más allá de una triste acera y unos breves escalones que le permitieran soñar con ser habitada. Aún rezumaban las marcas dejadas por las contracciones de la tierra y apenas se vislumbraban reales el pasamanos ficticio y la puerta invisible y adyacente que habíamos creado para no generar sospechas con la llegada del alba. En su primera noche en el mundo, aún no había decidido qué tipo de hogar sería, ni que ventanas dejarían ver su alma. Quizás la propia vida lo haría por ella.